domingo, 16 de octubre de 2011

Crónicas Bálticas (5): Más Riga, y la recepción de la Embajadora

El 12 de octubre, obviamente no era fiesta en Letonia, así que aprovechando que estaba todo abierto y que el tiempo no acompañaba, por la mañana me fuí a conocer más de Riga pero a cubierto, es decir, de museos.

Primero me acerqué a la Casa de las Cabezas Negras, probablemente el edificio más conocido de la ciudad, para verlo por dentro.

Descubrí que, aunque la casa fue construida en 1334 (eso dice la inscripción en la fachada y los documentos históricos), en la Segunda Guerra Mundial fue bombardeada y quedó en ruinas, y esas ruinas fueron echadas abajo por su peligrosidad al terminar la guerra, con lo que todo lo que se ve es una reconstrucción de 1999 (a excepción del sótano y los cimientos, que sí son los originales).


La historia de la Casa es curiosa y perteneción a un poderoso grupo de comerciantes alemanes, la "Hermandad de las Cabezas Negras", que operaba en la antigua Livonia (las actuales Estonia y Letonia) hasta el Siglo XVIII (en Tallín también pude ver la Casa en esa ciudad, menos lujosa, aunque eso si, la original -ver Crónicas Bálticas (4)-). Este gremio, surgido en el Siglo XIV, estaba integrado por los jóvenes comerciantes solteros hasta que les admitían en el Gran Gremio y por comerciantes extranjeros en Livonia, y su nombre se debe a que la hermandad estaba dedicada a su patrón, el santo africano San Mauricio, un mártir de los primeros cristianos que murieron en Suiza en torno a 280-300 dC; su cabeza es la imagen del escudo de armas de la Hermandad. En todo el interior de la Casa se puede ver su escudo en muebles, paredes, ventanas, etc. Luego se usó como sala de reuniones del Ayuntamiento, y ahora sus salones de asambleas y de baile se utilizan para actos oficiales, recepciones y reuniones de empresas, etc.





Otra muestra de los contrastes arquitectónicos (y generales) de Riga es que en la plaza en la que está situada la Casa de las Cabezas Negras hay justo en medio hay un edificio cuadrado y oscuro de la época soviética que ahora alberga el Museo de la Ocupación -ver Crónicas Bálticas (2)-, y que delante hay una estatua también de estilo soviético homenajeando a los letones que participaron en la Revolución Rusa...



Después visité el Museo de la Ciudad y de la Navegación, que realmente es un museo de historia de la ciudad, porque de la navegación hay un par de salas con algunas maquetas y poco más. Está ubicado en un anexo de la Catedral luterana, y es interesante por los mapas y las fotos de la Riga antigua y por ver la evolución de la ciudad, aunque para los que no sean historiadores puede resultar un poco pesado, pues no es muy "visual". El edificio en sí es bonito, da al claustro de la catedral y tiene un salón de baile con columnas.



La visita más impresionante fue la subida al campanario de la Iglesia de San Pedro, un mirador excepcional en pleno centro de la ciudad, muy cerca de la Casa de las Cabezas Negras antes mencionada.


La iglesia data de principios del Siglo XII y originariamente iba a ser la catedral principal de la ciudad, aunque después tubo usos incluso militares, pues durante los combates con la orden de Livonian en el techo del edificio fueron instaladas catapultas. La torre de la iglesia, cuyo chapitel era originariamente de madera, ha sido destruida y reconstruida 3 veces, la última vez ardió tras unos bombardeos en el día de San Pedro en el año 1941, y en 1971 fue reconstruida en su estado actual pero ya con armazón metálico. A pesar de la altura de la torre (de 123 metros), afortunadamente hay un ascensor que, previo pago (3 lats) te lleva en un momento al mirador, a 72 metros de altura.

Como podeis imaginar, las vistas de toda la ciudad desde la torre son estupendas (y el frío y el viento que hace ahí arriba, también es "estupendo", je, je), las muestro rotando en el sentido de las agujas del reloj:

El Palacio de la Cultura y de las Ciencias (también llamado "la tarta de cumpleaños de Stalin"), en el barrio Maskavas, el Mercado Central, y al fondo la Torre de Telecomunicaciones:


Los puentes del ferrocarril y Vansu sobre el río Daugava, y parte del casco antiguo con la Catedral Luterana:


El barrio Art Nouveau, con la Catedral Ortodoxa en el parque de la Explanada:


Pero el día finalizó de manera muy diferente: en la recepción de la Embajada Española en Letonia el día de la Hispanidad, una experiencia bastante "esnob" y surrealista. os cuento:

M, como residente registrada, estaba invitada a una recepción que hacen todos los años a la que invitan a la reducida colonia española en Letonia.

Este año era en la planta 13 del Albert Hotel (otras vistas cojonudas de la ciudad al anochecer), y cuando llegamos resulta, pero cuando llegamos resulta que había más de 100 personas y que la mayoría eran extranjeros: diplomáticos de otras Embajadas, letones (y letonas) relacionadas con españoles... Total, que casi había que buscarnos con lupa...


El acto protocolario fue un paripé, como no podía ser de otra manera (mucho protocolo, mucha presentación, etc., sólo faltaba el mayordomo con la bandeja de Ferrero Rocher), pero tuvo su punto folclórico, con un guitarrista nórdico tocando los himnos español y letón a lo Paco de Lucía; hubo también un discurso en español, inglés y letón que había que interrumpir cada poco; pero después ya vino lo importante: un generoso vino español con abundante jamón y susrtido de ibéricos, y de postre unos churros ya mojados en chocolate... Vamos, que en apenas una hora salieron a relucir un buen número de tópicos del "Spanish way of life", ja, ja.

Entre los que conocí de la colonia española, había mucho varón y poca mujer, la mayoría por haber conocido a alguna letona (no me extraña, nunca he visto una ciudad con tanta concentración de mujeres guapas), e intentando establecerse en un país con dos lenguas difíciles a cual más y con muy pocas empresas españolas asentadas y en general con escasas relaciones económicas con España. Pero bueno, uno tenía un bar de tapas (el "Madrid Bar de Tapas", en Valdemara Iela, 61, aprovecho para hacerle publicidad), otro se había puesto de abogado para empresas importadoras, otro de informático, otro trabajaba en la Embajada, otro de profesor de español... Me gustó saber que aún hay gente "echada para adelante" que es capaz de irse a tierras lejanas a abuscarse la vida...

La verdad es que fue divertido, y además tuvo su punto de glamour, no siempre te invitan a una "recepción del Embajador", ja, ja.

Para terminar, y como contrapunto a tanto protocolo, no me resisto a poner la foto de una cadena de tiendas que hay por toda Riga y en las que puedes comprar casi de todo, cada vez que veía una me daban ganas de abrir una en Barcelona:

Drogas... ¿A que mola?

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