lunes, 29 de agosto de 2011

Resacón en Estoril



Este año la "quedada" (nuevamente con una baja, no hay manera de juntarse los 6...) se organizó en Estoril, ciudad a las afueras de Lisboa cuyos iconos son el Casino, el circuito de velocidad y las residencias palaciegas a orillas del mar, algunas de las cuales sirvieron de residencia de varios monarcas exiliados (lo cual es paradójico, monarcas que se exilian en una República...).

La ciudad en si es tranquila -incluso algo demasiado tranquila-, con algunas villas mirando al mar impresionantes, una playa llena de gente en verano (por lo pequeña que es, entre otras cosas), un paseo marítimo hasta Cascais de unos 3 kilómetros (nos lo pateamos enterito, oiga), y su famoso Casino que a pesar de su solera está en un edificio moderno y lleno de luces de colores:

Uno de los días nos fuimos a hacer el turista a Lisboa capital, y visitamos los sitios típicos: la Torre de Belem, el Monasterio de los Jerónimos (donde están las tumbas de Vasco de Gama y de Luis de Camoens), el Castillo de San Jorge, las plazas del centro (la de Rossio, la del Comercio, la de Figueira...), etc.

Vamos, que cumplimos con el pateo preceptivo de todo visitante de la capital lusa, aunque hay que decir que la ciudad tiene su encanto y que merece la pena darse la pateada y subir las cuestas (aunque a veces te puedes ayudar de los simpáticos tranvías) porque, por ejemplo, las vistas desde el castillo o desde el elevador son impresionantes. Se quedaron en el tintero otras visitas cercanas (Sintra, Óvidos, el Museo Gulbenkian, el jardín botánico "la Estufa"...), pero tampoco es cuestión de verlo todo en un sólo viaje, así hay una excusa para volver... Y además la próxima vez nos sacaremos el billete combinado de 10 Euros para todos los transportes, porque como vayas sacando billetes sueltos es un sableo total (de ve que las medidas anticrisis del Gobierno Portugués han empezado por subir los billetes de bus y tranvía).

Os dejo unas fotos de nuestra excursión a Lisboa:

El Monumento a los Descubridores:



El Puente 25 de abril:



La Plaza del Comercio:



La Plaza Rossio:



Y los tranvías amarillos callejeando por la parte antigua:







Pero no sólo de cultura vive el hombre, y nosotros no fuimos sólo a conocer los atractivos históricos y paisajísticos de Estoril, sino también a conocer su ambiente nocturno, y la verdad es que fue en cierto modo sorprendente: Garitos había pocos, y enseguida nos comentaron que la gente se tomaba una copa en una terraza cercana o en el Casino y después iba de fiesta a Lisboa; el más animado era una discoteca al aire libre en la playa que resultó ser de un pijerío total, con los chicos y chicas más monos del lugar luciendo marquitas, etc., lo cual al cabo de un rato nos cansó y nos fuimos; luego encontramos justo debajo del Hotel un garito de ambiente brasileño donde o bailabas o te limitabas a mirar cómo otros bailaban; y para terminar la noche encontramos un garito de mala muerte, "Bar Da Tina", justo enfrente del Hotel, bastante surrealista, la verdad.

Ante la perspectiva nocturna "diferente" y limitada tuvimos que hacer el mismo circuito las 3 noches (bueno, una sí que fuimos además al Casino), con lo que nos lo acabamos conociendo al dedillo...

Y también ha habido gastronomía (excelentes los pescados y los arroces)...



...y siestas, y mucha tumbona en la piscina del Hotel y en la playa... Sino ¿qué clase de escapada de vacaciones sería?



Y claro, también hubo tertulia política, filosófica y de la otra, y he de decir que flotaba cierto pesimismo "político-existencial" entre nosotros, pero eso es otra historia... Aunque como apunte diré que la coversación con el barman del Hotel sobre el impuesto especial anticrisis (el Gobierno va a cobrarse la mitad de la paga extra de Navidad) y sobre las desgravaciones fiscales de los millonarios portugueses fue toda una lección de "Real-Politik"...

En definitiva, Estoril no ha estado mal pero ha resultado ser algo demasiado tranquilo; en cambio Lisboa es un destino muy recomendable, aunque se nos quedaron varias cosas por hacer y conocer (especialmente por la noche), por lo que es probable que volvamos, Portugal siempre es una opción.

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miércoles, 24 de agosto de 2011

Crónicas Bálticas (2): Por la costa báltica-livonia-exsoviética

Segunda entrega de mis crónicas bálticas.

Esta vez fui a Letonia 5 días y no sólo estuve en Riga, sino que alquilamos un coche un fin de semana y recorrimos la parte oeste del país, es decir, la costa báltica y parte del Golfo de Riga, y he de decir que fue un viaje curioso y que vimos sitios bastante peculiares.

Pero antes del citado viajes cumplí con mi anunciada visita al Museo de la Aviación de un "Club de Jóvenes Pilotos" que está junto al aeropuerto, una buena colección de aviones y helicópteros militares de la época soviética y de la Guerra Fría.


Ya el encargado del Museo es un tipo "especial", un ex-piloto militar ruso que vive en una caravana en el propio Museo (que es una simple explanada de hierba al lado de las pistas del aeropuerto), parco en palabras y que casi no habla inglés, pero aún así si le preguntas te intenta explicar cual es este avión o aquel helicóptero... En el helicóptero más grande puedes subirte a la cabina, y dentro tiene una colección de uniformes soviéticos y varias fotos, entre ellas la de Yuri Gagarin (el encargado me medio-explicó que era como un Dios entre los pilotos soviéticos).

Aunque algunos aviones estaban en mal estado, otros los conservaba bastante bien. Concretamente del modelo Mig-21 hay 8 ó 9, casi un escuadrón, y había otros ejemplares de Mikoyan (Mig-25, Mig-23), Sukhoi, y helicópteros Mil-Mi-8, Mil-Mi-24, etc.; en total puedes ver más de 40 aparatos (bastantes más que los que tiene la actual Fuerza Aérea de Letonia), que según le entendí estaban "cedidos" gratuitamente por el Gobierno ruso para el Museo, pero que conservaban la propiedad.

También visité el Museo de la Ocupación, en la Plaza del Ayuntamiento, en un edificio bastante feo de cemento junto a las Casas de las Cabezas Negras (una aberración arquitectónica en pleno casco histórico), y es tan oscuro por fuera como por dentro: el museo cuenta, en clave nacionalista letona, las ocupaciones sufridas por el país durante el siglo XX por los soviéticos y los nazis, con cifras de muertos, mapas, fotos y audiovisuales sobre el modo de vida en la época soviética, sobre las deportaciones, etc., y una simulación de un barracón de un "gulag siberiano".

El museo en sí no está mal, pero se nota un claro sesgo y desequilibrio entre el tratamiento de las ocupaciones, cargando las tintas contra la presencia rusa-soviética (la presentan como una invasión rusa sin más, ocultando el hecho de que rusos en Letonia ha habido desde hace siglos, y de que muchos letones participaron en la Revolución Rusa) y pasando de puntillas por la ocupación nazi, a pesar de que murió mucha más gente en los 3 años en los que ocuparon el país; se nota que quieren ocultar la culpa del colaboracionismo de los nacionalistas letones con los nazis tanto en la lucha contra los soviéticos en la 2ª Guerra Mundial como en la represión de los judíos letones... Pero bueno, como digo si consigues abstraerte del sesgo nazi-onalista no está mal, se ven cosas curiosas.

Del viaje a la costa hay que destacar en general que es una inmensa playa de kilómetros y kilómetros de arena fina y de bosques junto al mar. Las dos ciudades que visitamos, Liepaja y Ventspils son las únicas de toda la costa y los únicos puertos libres de hielos durante el invierno.

Liepaja es una ciudad agradable, industrial pero también estudiantil, con el centro peatonal y unos buenos jardines costeros junto a la playa. Como curiosidad, fue la primera ciudad de los países bálticos en tener tranvía eléctrico.



Pero lo que más nos sorprendió fue el barrio militar, Karosta, una enorme ciudad militar a las afueras de Liepaja, que era una antigua base soviética de submarinos ahora abandonada, y que impresiona por su tamaño: era una ciudad cerrada y autosuficiente, enorme, que llegó a tener 40.000 habitantes, incluso con un catedral ortodoxa (la base militar fue fundada por los Rusos a finales del Siglo XIX), y que ahora está medio abandonada, con menos de 10.000 habitantes, con los muelles sin actividad, casas y cuarteles abandonados... Es un poco deprimernte, la verdad, aunque al mismo tiempo es curiosa en su decadencia...











Ventspils es una ciudad portuaria, el principal puerto de mercancías de Letonia y estación terminal de un ferrocarril y un oleoducto desde Rusia. Nos esperábamos una ciudad industrial y sucia, y resulta que estaba muy cuidada y con excelentes parques y playas, por lo que nos sorprendió para bien.


*Por cierto, los hoteles en Liepaja y Ventspils eran los dos de estilo "soviético", bastante espartanos y pasados de moda, lo cual estaba acorde con lo que íbamos viendo durante todo el viaje.

Cerca de Ventspils, escondido en una zona despoblada y entre bosques inmensos, hay otro resto de la época soviética y de la Guerra Fría, el observatorio de radioastronomía VIRAC, antigua estación de espionaje de comunicaciones y hoy una instalación civil, con una enorme antena de 32 metros de diámetro, y visitable, impresiona andar por las tripas de la antena y subirse a la torreta.




Toda la costa entre Ventspils y Cabo Kolka está casi despoblada, la costa y los bosques de Kurzeme (de hecho a la región costera que recorrimos se le llama también Kurzeme), una inmesa playa y unos enormes bosques con algunas aldeas costeras aisladas. Parte de la zona está dentro del Parque Nacional de Slitere, y en esta región es donde habitaron los Livonios (se le llama también la Costa Livonia), antiguos pobladores de esta parte del Báltico emparentados con fineses y estonios y que ocuparon la costa de Letonia desde mucho antes de la llegada de los alemanes hanseáticos en la Edad Media. En la aldea costera de Mazirbe (cerca del radiotelescopio VIRAC) hay un Centro de la Cultura Livonia (un de pequeño museo etnográfico), y también una playa impresionante.

Por las playas hay de vez en cuando restos de cuarteles y de torres de vigilancia (en la playa de Mazirbe se puede ver una en buen estado, y otra en Cabo Kolka), y es que la costa báltica fue zona militar vigilada por el Ejército Rojo, y de acceso restringido o incluso prohibido a civiles durante toda la Guerra Fría... Quizá por eso las playas están tan bien conservadas y sin bloques de apartamentos ni nada parecido, sólo se ven las citadas aldeas y algunos faros. Por cierto, que el faro de Mikela, de 62 metros de altura, es el más alto de los Países Bálticos, y se permite subir para ver el paisaje y la costa.

Por cierto, que en Mazirbe nos bañamos en el Báltico y el agua estaba fría, pero bañable, más o menos como otras playas en el Cantábrico o en Galicia, por ejemplo, y encima el agua de mar casi no estaba salada... En invierno debe ser otra cosa, con nieve sobre la arena y el mar helado, je, je, ya os contaré...



Luego llegamos al Cabo Kolka, donde se juntan el Mar Báltico y el Golfo de Riga, un lugar muy popular para bañarse y pasar el día pero en el que siempre hay mucho oleaje por las corrientes. Hay un curioso faro construido en una isla artificial a 5 kilómetros de la costa, y al que en invierno dicen que se puede llegar caminando cuando se congela el mar...

Y desde Kolka regresamos a Riga bordeando el Golfo homónimo.

El resto del viaje lo dediqué a callejear y a visitar algún otreo parque de los muchos de la ciudad, esta vez tocó uno a las afueras, el Mezaparks, una especie de ciudad-jardín dentro de un bosque urbano donde puedes encontrar un zoo, zonas para barbacoas, un lago con una pequeña playa y barcas de alquiler, bicis también de alquiler, organizan conciertos, etc... Si bien su historia incluye un periodo en el que fue campo de concentración nazi... Todo un contraste, como muchas de las cosas de la historia de Letonia.

En fin, este segundo viaje me ha dejado una sensación de haber viajado por los restos decadentes de un imperio desaparecido, la Unión Soviética: bases navales abandonadas, enormes antenas de espionaje sin uso, ciudades decadentes y semi-ruinosas, museos de aviones soviéticos achatarrados... Sin embargo, pese a los esfuerzos del gobierno letón de borrar la huella soviética-rusa, ésta sigue muy presente... Una más de las contradicciones de la Letonia moderna.

*Las próximas entregas de mis crónicas bálticas incluirán una visita de fin de semana a Estocolmo, en septiembre, y un nuevo viaje a Riga, Tallin y Helsinki en octubre. También tengo que planificar un viaje de invierno para conocer Riga nevada (y con el río y las playas heladas), y visitar la zona oeste del país y el Parque Nacional de Gauja y Ligatne (el único de país junto con el de Slitere de la costa ya mencionado).
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